
Presente en los océanos y las estrellas, es el elemento más abundante de nuestro planeta y de todo el universo. Por paradójico que resulte, la limitada disponibilidad de hidrógeno puro en estado gaseoso ha sido el principal obstáculo para el desarrollo de células capaces de movilizar vehículos.
Para que el hidrógeno genere electricidad, es preciso echar mano a recursos no renovables, como los hidrocarburos complejos. Al descomponer la molécula del gas natural, por ejemplo, se obtiene hidrógeno, pero también dióxido de carbono, el máximo responsable del calentamiento global. El proceso suena razonable hasta que nos enteramos de la realidad: la energía usada es mayor a la que obtendremos una vez que usemos el hidrógeno.
Ahora mismo, Alemania y Japon tienen más estaciones de hidrógeno que nosotros. Pero nosotros tenemos más autos rodando.
La solución es crear una cantidad de electricidad tal que sea capaz de descomponer mucha agua y luego almacenar toda esa energía en forma de hidrógeno. Parece algo descabellado, pero bastante más factible que convertir energía solar para guardarla en forma de petróleo o carbón, ¿no?
¿Autos de hidrógeno? ¿Transportarse sin contaminar?
Actualmente —y debido al cambio climático— se aplican políticas públicas alrededor del mundo con el objetivo de dañar lo menos posible el ecosistema: acondicionar ciudades para el uso de bicicletas, carriles exclusivos para transporte público ecológico o para autos con más de dos pasajeros, incentivos fiscales a compañías que utilicen camiones sustentables.
Es un trabajo trascendental desde los gobiernos, aunque la ciencia aporta aún más a este objetivo. Desde 2012, los autos de hidrógeno salieron al mercado para contribuir en esta lucha; un modelo de vehículo que sólo emite vapor de agua. Sin embargo, su costo de producción, la falta de eficiencia del motor y de infraestructura para cargar el hidrógeno representaron una gran barrera para su éxito.
¿Cómo funcionan los auto de hidrógeno?
Estos vehículos usan gas de hidrógeno para alimentar un motor eléctrico. La reacción entre el hidrógeno y el oxígeno del motor produce únicamente agua y calor, por lo que no contaminan cuando se conducen. El proceso electroquímico se produce en la pila de combustible y genera energía eléctrica, además de agua.
Mientras la electricidad resultante se almacena en las baterías para ir nutriendo el motor, el agua restante, en forma de vapor, se expulsa. Los autos de hidrógeno sólo emiten vapor de agua por el tubo de escape.
En comparación con los autos eléctricos, los de hidrógeno se recargan con tanques de hidrógeno a través de una manguera. Este proceso puede durar unos 5 minutos, tiempo mucho menor a los 20 minutos promedio de los eléctricos.
La autonomía de una carga completa es muy similar a la de los vehículos de combustión (gasolina y diésel), pues va desde 400 hasta 600 km.
Cuestión de infraestructura
Conseguir financiación para cualquier proyecto siempre es un desafío. La premisa no excluye la edificación de plantas generadoras de hidrógeno, estaciones que lo provean y una red que las surta. ya hay autoridades federales y locales dispuestas a jugársela por este sistema de propulsión alternativa.
Otra vista a los autos de hidrógeno
A pesar de lo bien que suena sólo emitir vapor de agua, la producción del hidrógeno en sí puede contaminar, pues proviene de una de las fuentes más sucias conocidas: el gas natural.
La vida útil del motor para estos automóviles es de unos de 12 años, por lo que el daño que causaría su desecho podría ser igual al de los autos eléctricos si no se encuentra una manera sustentable de reciclarlos.
Al tomar en cuenta todo el proceso de producción, es verdad que hay varias desventajas, pero —aún así— los automóviles y camiones de hidrógeno actuales pueden reducir las emisiones en más del 30 % en comparación con sus contrapartes de gasolina.
Fuente: motorpasion.com