Descubren por accidente una terapia para adelgazar

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Descubren por accidente una terapia para adelgazar

Investigadores americanos se han topado por casualidad con un mecanismo que hace que el cuerpo segregue células de grasa a través de la piel provocando una significativa pérdida de peso.

Lo sucedido estos días a un grupo de investigadores de la Universidad de Pennsylvania que trabajaba con ratones en la búsqueda de un tratamiento contra la diabetes tipo 2, es un ejemplo perfecto. En lugar de alcanzar el fin que perseguían, se encontraron con un tratamiento “potencialmente increíble” para adelgazar, que hizo que sus roedores exudasen una sustancia viscosa a través de la piel. No hace falta decir que los investigadores se quedaron “sorprendidos” observando aquello.

Seguro que te estas preguntando acerca de la sustancia que provoca tal cosa en los ratones. Bien, el tratamiento en cuestión se basa en una sustancia llamada linfopoyetina del estroma tímico (o TSLP por sus siglas en inglés).

Por lo que puedo leer, el TSLP provocaba que los ratones se vieran rodeados de esa citada sustancia viscosa. Al analizarla, los investigadores descubrieron que se trataba de grasa corporal. El tratamiento hacía que los animales excretaran grasa directamente a través de la piel.

En cuanto a la naturaleza del TSLP, se trata de una citoquina. Las citoquinas son un grupo de proteínas que controlan la actividad de las células del sistema inmune.

En el caso de la TSLP, se sabía con anterioridad que activaba a las células inmunológicas responsables de controlar la inflamación. Este era un paso clave en la investigación de la diabetes tipo 2, ya que los investigadores intentaban evitar la obesidad que va asociada a esta enfermedad.

En teoría, si el TSLP pudiera introducirse en el cuerpo a través de un vector viral, esta citoquina podría estimular al sistema inmunológico para contrarrestar la diabetes tipo 2.

Con este objetivo y empleando un adenovirus como vector (un método que nos suena a todos familiar a raíz de algunas vacunas contra el Covid como la de AstraZeneca) los investigadores inyectaron el TSLP en los ratones. Esto hizo, como he comentado, que los ratones perdieran peso rápidamente a través de la secreción de sebo.

El sebo es una sustancia aceitosa producida por las glándulas de la piel que es muy rica en lípidos, entre los que se encuentran algunas sustancias grasas cuya función es la de proteger la piel del ataque de hongos y bacterias.

¿Cómo era posible?

El estudio posterior parece indicar que el TSLP provocaba que las células T inmunitarias migraran hacia las glándulas sebáceas de la piel, lo que a su vez les hizo secretar una cantidad mayor de sebo. En esencia, los ratones estaban “sudando” tejido adiposo blanco, que es una forma común de grasa cuya función es la de almacenar energía en forma de triglicéridos. Cuando nos sometemos a un período de privación alimentaria, el organismo obtiene su energía “quemando” estos depósitos grasos.

A lo largo del estudio, que duró tres semanas, los ratones perdieron aproximadamente la mitad de sus reservas de tejido adiposo blanco, entre las que se encontraba un tipo especialmente “desagradable” de grasa, la así llamada “visceral”, que recubre los órganos corporales y a la que los científicos relacionan con la mortalidad de forma recurrente.

¿Entonces podemos por fin anunciar la llegada del fin de la obesidad?

Para nada. Como siempre digo con estos trabajos efectuados con animales, la prudencia debería ser nuestra guía. No sabemos los efectos secundarios, y si bien seguramente podrá haber potencial para encontrar terapias contra enfermedades que afectan a la “función de barrera que ejerce la piel” (por ejemplo el eczema), yo no esperaría encontrar próximamente fármacos “pierde-peso” que inciten a quien los tome a sudar sebo en cantidades industriales.

Hay un largo camino por delante y mucho trabajo que hacer antes de poder afirmar que lo observado en ratones puede darse también en humanos, y si ese fuera el caso, que algo así fuera seguro. Las glándulas sebáceas de los ratones y de los humanos, e incluso la composición del sebo, difieren sustancialmente en ambas especies.

Lo que sí está claro es una cosa. Si en el futuro los científicos dan un tratamiento capaz de reducir a la mitad la reservas de grasa corporal en humanos de forma segura, en apenas tres semanas, tal vez estemos más cerca de combatir esa epidemia silenciosa llamada obesidad, que ataca principalmente al así llamado “primer mundo”.

De algo estoy seguro, si tal cosa fuese posible los beneficios económicos que obtendría la farmacéutica que lo lanzara al mercado serían astronómicos. ¿Será este el principio del fin del conocido programa Mi vida con 300 kilos?

El trabajo del equipo liderado por Ruth Choa (Universidad de Pennsylvania) acaba de publicarse en Science.

Por Miguel Artime. Periodista de ciencia

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