
La ciencia del cambio climático tiene más de 150 años y es el área más estudiada de todas cuantas conforman la ciencia moderna. Sin embargo, la industria energética y los grupos de presión políticos, entre otros, llevan 30 años sembrando la duda sobre el cambio climático donde no la hay.
Como consecuencia, que los negacionistas se sirvan de ciertos mitos (en el mejor de los casos, noticias falsas; en el peor, descaradas mentiras) para desautorizar a la ciencia del cambio climático puede hacer que las personas de a pie no sepan a qué atenerse. A continuación exponemos cinco de estos mitos y las pruebas científicas que los desacreditan.
El cambio climático es parte del ciclo natural
El argumento de la “naturalidad de los cambios” esgrimido por los negacionistas se apoya en que el clima terrestre aún se está recuperando de las frías temperaturas de la Pequeña Edad de Hielo (1300 d.C-1850 d.C.), y que las que tenemos hoe en día son las mismas que las del Período Cálido Medieval (900 d.C.-1300 d.C.).
El error de dicha apreciación es que ambas etapas no fueron para nada cambios globales, sino regionales, que afectaron al noroeste de Europa, al este de América, Groenlandia e Islandia.
El cambio climático se debe a las manchas solares o a los rayos cósmicos
Se ha dicho que estos rayos podrían ser uno de los motivos por los que se “fabrican” las nubes, por lo que si se redujera la cantidad de rayos que alcanzan la Tierra disminuirían las nubes, lo cual haría que se reflejase menos luz solar en el espacio y, como consecuencia, que el planeta se calentase.
Pero esta teoría tiene dos escollos. En primer lugar, la ciencia demuestra que los rayos cósmicos no son demasiado eficaces a la hora de crear nubes, y en segundo, a lo largo de los últimos 50 años la cantidad de radiación cósmica que alcanza la Tierra ha aumentado hasta establecer nuevos récords durante los últimos años. Si la hipótesis fuese correcta, los rayos cósmicos deberían enfriar el planeta, pero lo cierto es que está ocurriendo todo lo contrario.
El CO2 es una pequeña parte de la atmósfera, así que no puede calentar demasiado
Es un intento de jugar una carta de sentido común, pero yerra el tiro. En 1856, la científica estadounidense Eunice Newton Foote realizó un experimento con una bomba de aire, 2 cilindros de vidrio y 4 termómetros con el cual demostró que un cilindro expuesto a la luz solar que contiene dióxido de carbono atrapa más calor y durante más tiempo que un cilindro que alberga aire normal.
Desde entonces, la ciencia ha repetido este experimento tanto en laboratorios como en la atmósfera llegando a la misma conclusión: el dióxido de carbono emite más gases de efecto invernadero.
En cuanto al argumento atribuido a la escala del “sentido común” de que una parte diminuta de algo no puede generar un efecto significativo, basta con recordar que solo se necesitan 0,1 gramos de cianuro para matar a una persona adulta, es decir, el 0,0001% de su peso corporal.
Estos datos se pueden comparar con la presencia del dióxido de carbono en la atmósfera (0,04%), a lo que se suma el hecho de que es un potente gas de efecto invernadero. Por su parte, el nitrógeno conforma el 78% de la atmósfera y apenas es reactivo.
Los científicos manipulan los datos para mostrar la tendencia ascendente de la temperatura
No solo no es cierto, sino que es una maniobra simplista utilizada para atacar la credibilidad de los científicos que estudian el clima. Para que una conspiración de estas dimensiones fuera posible, sería necesario que miles de científicos de más de 100 países se pusieran de acuerdo a la hora de mentir sobre los datos obtenidos.
Desde 1941, la mayoría de mediciones se han realizado a través del sistema de toma agua de los barcos, por lo que no hay que preocuparse por la refrigeración producida por la evaporación.
Los modelos climáticos no son fiables y son demasiado sensibles al dióxido de carbono
Esta afirmación es incorrecta y demuestra un pobre entendimiento acerca del funcionamiento de los modelos, a la par que menosprecia el alcance del cambio climático. Estos modelos seguido a pruebas con datos históricos y paleoclimáticos, y con acontecimientos climáticos independientes, como grandes erupciones volcánicas, para confirmar que reconstruyen el clima de manera correcta (como, de hecho, así es).
Un modelo, por sí mismo, no se debería considerar correcto, ya que representa un sistema climático global sumamente complejo. Sin embargo, al tener tantos modelos diferentes podemos confiar en su fiabilidad cuando coinciden en sus resultados. A pesar de que la complejidad de los modelos ha aumentado, la escala de calentamiento previsto ha permanecido en baremos similares durante los últimos 30 años, lo que demuestra su efectividad.
Fuente: ambientum.com