¿Por qué las razas humanas no existen?

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¿Por qué las razas humanas no existen?

Mucha gente cree que el color de la piel refleja la raza, «cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia», según la RAE. Esa noción, en el caso de nuestra especie, carece de sentido. Aquí te diremos con argumentos científicos, por qué esto es así.

Desde un punto de vista biológico, las razas humanas no existen. En la piel hay melanocitos, (células que producen y contienen pigmentos). Hay dos tipos de pigmentos, llamados melanina: uno es marrón parduzco (eumelanina) y el otro, rojo amarillento (feomelanina). El color de la piel depende de la cantidad y la proporción de ambos.

Lo anterior depende de diferentes genes: unos inciden en la cantidad de pigmento en los melanocitos y otros sobre la proporción entre los dos tipos de melanina. Por lo tanto, colores muy similares pueden ser el resultado de diferentes combinaciones y obedecer a configuraciones genéticas diferentes.

Si nos atenemos al color de la piel escondida bajo el grueso pelaje de los chimpancés, lo más probable es que nuestros antepasados homínidos la tuviesen clara. Hace unos dos millones de años los miembros de nuestro linaje vieron reducido el grosor y consistencia del pelaje, que se convirtió en delgada capa de vello.

Los seres humanos hemos llegado a casi todas las latitudes del planeta y nuestra piel ha estado expuesta a diferentes condiciones de radiación. Al igual que un exceso de rayos ultravioleta puede ser muy dañino, su defecto también lo es.

Sin esa radiación no se puede sintetizar vitamina D, cuyo déficit provoca raquitismo y otros problemas de salud. Y sin descartar la selección sexual a favor de las pieles más claras, la piel humana se ha ido aclarando en algunas zonas geográficas por selección natural.

Además, las migraciones han propiciado la mezcla de linajes, cada uno con sus rasgos genéticos y características pigmentarias, por lo que el color de los seres humanos actuales es el resultado de una compleja secuencia de eventos biológicos y demográficos.

La existencia de la diversidad genética

Y claro que si existe la diversidad genética. Por ejemplo, hay poblaciones con numerosas copias del gen de la α-amilasa y otras en las que hay muy pocas. Los inuits toleran el frío mejor que otros seres humanos y se pueden alimentar con una dieta exclusivamente carnívora, sin que ello les cause los problemas que provocaría a otros seres humanos.

Los pigmeos africanos presentan variantes genéticas relacionadas con el sistema inmunitario. Una mutación en el gen PDE10A –que codifica una fosfodiestearasa- permite a los bajau laut (los llamados «nómadas del mar») permanecer sumergidos en apnea hasta 13 minutos.

La mayor parte de europeos y descendientes de europeos, así como los miembros de otros grupos humanos en África, la península Arábiga y el subcontinente Indio retienen en la edad adulta la capacidad para digerir la lactasa de la leche.

Los tibetanos tienen menor concentración sanguínea de hemoglobina y una mayor densidad de capilares. Ambos rasgos tienen base genética. En los pueblos de África occidental que hablan lenguas kwa la anemia falciforme es mucho más prevalente que en otros africanos.

Estos rasgos no tienen correspondencia con el color de la piel. Ni las diferencias en el color de la piel se corresponden con muchos otros rasgos que también varían según otros patrones y por efecto de las presiones selectivas.

¿Un concepto útil?

Hay quienes sostienen que la categoría «raza» es útil en nuestra especie a efectos sociosanitarios. Se ha observado, por ejemplo, que los norteamericanos de origen africano (llamados «afroamericanos») son más propensos a padecer ciertas enfermedades.

Por eso defiende el uso del término «raza» para sostener un argumento inapropiado que permita diferenciar a negros de blancos.

Un ejemplo es el de la mayor propensión -de base genética- de los afroamericanos a padecer cáncer de próstata. La mayor parte de ellos descienden de personas esclavizadas procedentes de de pueblos de África Occidental en los que es muy frecuente la variante genética responsable. Cuando el gen en cuestión tiene, en esas mismas personas, ascendencia europea, la frecuencia de esa variante es muy inferior. Y todos ellos tienen la piel oscura.

Las categorías biológicas son problemáticas. En el mundo animal se diferencian distintos linajes y grupos de linajes. Clasificamos a los animales en filos, clases, órdenes, familias, géneros, especies y, en algunos casos, subespecies. También existen categorías intermedias. Pero no hay razas. Por debajo de la especie o la subespecie, hay poblaciones.

En los animales domésticos sí se suele hablar de razas, pero ese es un caso muy especial, pues se han obtenido por selección artificial de determinados atributos. Se trata, por ello, de una categoría no trasladable al resto. Si hay diversidad genética, y se produce a causa de mutaciones al azar y por la selección natural sobre la frecuencia de las variantes genéticas en cada población, del flujo génico causado por migraciones y cruzamientos entre individuos de distintas poblaciones, y de la deriva genética.

Pero no hay conjuntos homogéneos de variantes que permitan definir grandes grupos humanos a los que podamos denominar razas. No hay, pues, fundamento para invocar su existencia. Como tampoco lo hay para justificar, sobre bases inexistentes, otras diferencias.

Por Juan Ignacio Pérez Iglesias. Catedrático de Fisiología en Universidad del País Vasco

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